A pesar de que en los últimos años las bombas de agua han experimentado importantes cambios, acompañando la evolución de los motores en los que van montadas, la gran mayoría sigue teniendo una estructura clásica, cuyas directrices de diseño no han sufrido grandes modificaciones.
La bomba de agua es la encargada de impulsar el líquido refrigerante y hacerlo circular, para ello utiliza fuerza centrífuga. Además, cuenta con una toma de potencia mecánica, necesaria para hacer girar el árbol del rodamiento interno al que está conectado el rotor o turbina, que es el componente que transfiere al fluido la potencia mecánica proveniente del motor.
Hoy en día, los componentes altamente especializados, como el cierre mecánico y el rodamiento, están muy industrializados y se construyen con materiales de alto rendimiento que evolucionaron para durar cada vez más, y, al mismo tiempo, resistir temperaturas más altas.
Gracias a la acción del rotor o turbina, el líquido refrigerante vence la resistencia del circuito de refrigeración (habitualmente muy sinuoso), fluye y, de ese modo, la bomba de agua funciona desde el mismo momento en que se enciende el motor, incluso cuando no es realmente necesario que circule el fluido.
El único elemento que puede asegurar que el agua no pase por el radiador es el termostato, que se puede alojar en la propia carcasa de la bomba.
Gracias a su tecnología constructiva, el termostato no abre el flujo de refrigerante hacia el radiador hasta que se alcanza una temperatura determinada, así se evita que sea refrigerado sin necesidad (por ejemplo, cuando el motor aún está frío).
La bomba de agua toma la potencia de la correa del motor o de otros mecanismos análogos y tiene un número de revoluciones directamente relacionado con el número de revoluciones del motor, esto significa que la bomba de agua funciona desde el momento en que el motor se enciende, aunque esté frío. Esta es la razón que justifica la presencia del termostato.
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